Los dos principales candidatos presidenciales han volcado su narrativa en expresiones para intentar despertar la emoción y generar adhesión de los electores, como lo han demostrado desde el primer discurso de campaña, del 2 de abril.
La técnica discursiva que mueve la emoción es la prioridad en los candidatos Nicolás Maduro y Henrique Capriles Radonski quienes esta vez han dejado de lado la mención a los planes de gobierno.
hace un balance de los discursos de los aspirantes en el contexto de la actual campaña electoral, la más corta en la historia del país.
Maduro, consciente del capital simbólico que hereda de Chávez, lo refuerza. Por eso comienza su campaña en Barinas, retoma la fuerte agresión verbal a la oposición, las continuas alusiones a la fe cristiana; así como la gesta de los próceres de la independencia, el llamado a cohesión de la Fanb, y su exaltamiento de las misiones sociales. Es decir, Maduro habla de aquello que a sus seguidores los ha mantenido enlazados: la voluntad de Chávez por construir un proyecto de país.
En el caso de Henrique Capriles Radonski, Bermúdez destaca: Construye su discurso, fundamentalmente, en dos representaciones: la unión de todos los venezolanos y el ataque directo a Maduro como representante ilegítimo (de Chávez y del chavismo). Encontramos también la vuelta a la noción de que Venezuela está dividida, de que hay que reencontrarse, de que todos somos Venezuela. Por el otro, culpa al chavismo del aprovechamiento de las riquezas del país y de esta separación espiritual.
La ausencia de las referencias a Chávez en el discurso de Capriles del 2 de abril (una categoría vinculada con el léxico ausente, propia del discurso político). Dice que en la noción de otredad del abanderado opositor, se refiere a Chávez en una sola oportunidad para descalificar a los oficialistas: lo único que hacen es esconderse detrás de la imagen del señor Presidente, pero las promesas, lo que ofrecieron, no lo asume
